Somos mujeres negras norte caucanas, descendientes de africanos y africanas que fueron esclavizadas, conocedoras del valor ancestral que tienen nuestros territorios, sabemos que a muchos de ellos les toco pagar con su vida nuestra libertad, sabemos de la sangre que derramaron nuestros ancestros y ancestras para conseguir estas tierras, sabemos que trabajaron años y años en condición de esclavitud para dejárnosla, nos enseñaron que la tierra no se vende, entendían que debíamos garantizar a los renacientes la permanencia en el territorio.
Han pasado 4 siglos y su memoria es nuestra memoria, sus prácticas son nuestras prácticas trasmitidas desde nuestras abuelas y abuelos; nuestras hijas y nuestros hijos hoy continúan reafirmando nuestra identidad como pueblos libres.
A muchas de nosotras nos ha tocado criar a nuestros hijos e hijas solas, la batea, el almocafre y la pala han sido testigos de ello, el territorio ha sido nuestro compañero y ha estado con nosotras en momentos de alegrías y tristezas. Nuestras abuelas como doña Paulina Balanta nos enseñaron que: “el territorio es la vida y la vida no tiene precio” “el territorio es la dignidad y esta no tiene precio”
Y es por eso que a pesar del abandono del Estado, hemos permanecido en resistencia frente a los megaproyectos, que en nombre de su visión de desarrollo y con el discurso de erradicar la pobreza, han venido generando condiciones de despojo, destierro y miseria.
Hoy nuestras vidas están en peligro y las posibilidades de existir como pueblo afrodescendiente es mínima, muchos hombres y mujeres están amenazadas de muerte, nosotras hemos vivido de la minería ancestral, como una actividad que les permitió a nuestros ancestros comprar su libertad y la nuestra. Esta actividad ha estado articulada a la agricultura, a la pesca, a la cacería y a los saberes ancestrales que las mayoras y comadronas han inculcado en nosotras para permanecer como pueblos.
Son muchas las acciones que hemos venido realizando en pro de proteger nuestra vida, tenemos sentencias de la Corte Constitucional, medidas de protección de la Unidad Nacional, visitas de comisiones internacionales, denuncias ante la fiscalía, la personería y la defensoría, hemos informado a la Oficina de Naciones Unidas, y hasta a la fuerza pública hemos acudido y lo que ellos dicen es que nos inventamos la situaciones de riesgo y amenaza, mientras, la institucionalidad solo hace comunicados y correos, mientras a nosotras nos obligan al confinamiento, a soportar hostigamientos, a temer por la vida de nuestros hijas, de nuestros hijos, a temer por la propia Vida.
Nos preguntamos, ¿qué más tenemos que hacer? nos preguntamos ¿A dónde más podemos acudir?
Entonces nos reunimos y decidimos caminar hasta Bogotá, saliendo desde la Toma este martes 18 de noviembre del 2014, y mientras caminamos contarle a toda la gente por lo que estamos pasando. Decidimos caminar y cantar, y no sentir miedo porque sabemos que es más la gente buena, y porque esperamos que los medios de comunicación, que la gente que trabaja en la Corte Constitucional, en el gobierno, escuchará no solamente el rumor de nuestros pasos y cantos, si no, los pasos y cantos de todas las mujeres que se van a ir sumando porque es más fuerte nuestro amor por la vida, que nuestro temor por la muerte.
Necesitamos del apoyo solidario de todas las mujeres madres, hermanas, abuelas, primas, amigas, profesoras, periodistas, asalariadas, estudiantes, políticas, religiosas, lesbianas, presas, colombianas, latinoamericanas y de todo el mundo.
Leave A Comment